jueves, 11 de agosto de 2011

Efe de Fe

No creo en la idolatría, ni en el divorcio, ni en la amistad con derechos, ni en nada que tenga la palabra positivo en algún extremo. Creo en el amor, en la paciencia, en el futuro, en mí, en el hoy, en las ideas, en la libertad, en la fe. Creer en la fe puede sonar a pleonasmo, pero para mí una cosa es tener fe y otra creer en la fe que se tiene. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, dijo la Chimoltrufia. Una cosa es creer en Dios, y otra es creerle a Dios.

Tras estos días de fútbol violento, de conciertos cristianos violentos, de tuitazos violentos y hasta de reacciones violentas, qué mejor que escribir desde la paz. No es que ahora sea Zen o hoppo, simplemente he reflexionado en cuanto a lo que he estado haciendo con mi vida estos últimos 23 años. Estas disertaciones, lejos de ser material para hacer stand-up o para venderle ideas a un libretista local, son acepciones a cualquier generalidad: yo he sido mi propio libretista y mi propio estandapero, a decir verdad. Por eso, antes de decir que mi balance es positivo -la palabra más fea después de básicamente-, prefiero aclarar que he vivido feliz porque he aprendido a construir mis propias historias de vida.

Por estos días tuve el privilegio de hablar con uno de los grandes: uno de los peces gordos que seguramente, como yo, alguna vez fue piraña y también mordía duro. Yo de cariño le digo Maestro, porque aparte de deberle una profunda admiración, me ha enseñado lo que yo nunca había podido aprender. En nuestra charla, atiné a preguntarle de Dios, de la plata, del propósito, de la vida. Como buen padre que es, sentado en una poltrona de cuero con vista a la Avenida Suba, me dijo una que otra frase que vale la pena compartir.

Al preguntarle sobre las deudas, me aclaró que mis conceptos heredados de la publicidad no estaban sincronizados con las ideas bíblicas. "Estar endeudado no es deberle plata a alguien, es haber dejado de pagar", dijo mientras trataba de tapar el sol que golpeaba su cara. Además de hacerme varios llamados al orden y al ahorro, me llevó a pensar por qué hago lo que hago, pues aunque nunca he sido militante crediticio sí estaba casado con la idea de que el préstamo es un invento de Lucifer. Y va uno a ver y sí, lo importante es reconocer el propósito de endeudarse y siempre tener la mirada en el cielo con los pies en la tierra.

Cuando llegamos al tema emo -emocional para los incautos caba-ñeros- dijo algo que me pareció divertido: "Cuando me casé lo único que tenía era visión, un Dios patrocinador de locuras y una esposa igualmente loca". Frases como estas me ponen a delirar, pues si los grandes hacían las cosas que yo ahora hago de joven, una vez más me convenzo de lo que he visto. No es un misterio que yo vengo del futuro, que el Doc me invitó a usar el DeLorean hace algún tiempo y ya conozco el final de la historia. Ahora lo que hago es escribir el nudo, pues atravesándolo llegaré al final cándido que me espera.

"El amor cree" dijo con la parsimonia de un visionario. Otra vez el tema de la fe. Yo creo en muchas cosas, inclusive en que el amor cree. Es por eso que más que fe para vivir, se necesitan raciones poderosas de fe para untarle al pan esnsanduchado del amor. Aparte de frases cantinflescas como esta última -en la que que sentí que competí con Arjona en ligerezas lingüísticas-, ya entendí por qué mis detractores buscan mi cabeza: hay cosas que existen no para ser entendidas sino para establecer rutas distintas de exploración. Yo soy una ye en sus caminos, una piedra en sus zapatos, una punzada en sus vientres.

La charla tomó ritmo y justo en el clímax recibí la iluminación -lo mismo que los cristianos llaman revelación-: "Yo tengo tres secretos, el primero es Dios, el que me dio los secretos; el segundo es visión, que para mí es saber dónde quiero llegar y el tercero es berraquera, que es saber que todo lo puedo lograr". En ese punto yo ya podía salir a matar gigantes armado con cortauñas, así que reafirmé mis pasos, me afilé la palabras y decidí tener fe en mi fe, en mi propósito y en mi propio camino, pues sé que este es el momento de examinar los planos del edificio que ya he empezado a construir.



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