viernes, 26 de agosto de 2011

Solos y Solas

Cuando estaba en la Universidad leí un libro que me reformó el pensamiento acerca del amor. "El Amor es como una historia", de Robert Sternberg, me enseñó que somos nosotros mismos quienes buscamos nuestras propias parejas, así como nuestros propios verdugos. Según Sternberg, cuando una persona argumenta que siempre le tocan tipos o viejas parecidos, o cortados con la misma tijera es porque sin quererlo ha construído un concepto del amor que no ha trascendido, pues se ha quedado en lo limitado de una definición del amor que debe replantearse. Si el amor es como una historia, somos nosotros quienes escribimos nuestros amores y además nos atrevemos a eliminar los vestigios de amores pasados e inconclusos. Esta teoría, por supuesto muy reveladora y adecuada, es precisamente lo que uno olvida en noches como la de anoche.

Todo inicia con un correo electrónico donde recibo una invitación a un show de stand-up comedy. Muchos de ustedes saben que la comedia no me ha sido nunca indiferente, así que decido aceptar el agasajo con el mayor de los gustos. El comunicado que venía con aquella invitación también sonaba a advertencia, pues el evento tenía un fin único: socializar e interactuar con cristianas en edad de merecer. Aquí quiero hacer una pausa y debatir: ¿Quién se inventó eso de la edad de merecer? ¿Merecer qué? ¿Por qué a mí me toca merecer, si eso suena como a meritocracia o a ya merito merezco? Suponiendo que sea merecer algo bueno decidí aceptar, una vez más pensando en que las historias no caen del cielo y que como a las mujeres, hay que salir a conquistarlas para luego traerlas a la intimidad. No me malinterpreten, la intimidad del blog y no de una cama -por lo menos hasta el matrimonio. Recuerde, soy cristiano y creo en todas esas convicciones que para muchos parecen retrógradas-.

De entrada no pude evitar en pensar en Hitch, en la escena del Speed Dating. Es que para eso de hacerme reír los gringos mandan la parada. Me imaginé un grupo de cristianos rotando entre mesas y mesas, solo que en vez de hablar de sexo hablaríamos de matrimonio, de la Biblia y de cosas afines que puentearan lo vergonzoso que puede llegar a ser abrirle el corazón a alguien sin quedar como ama de casa desesperada. Eso sí, sabiendo que el evento era patrocinado, creado y producido por mi Iglesia no me cabía la menor duda de que sería elegante y muy fancy, cosa que caracteriza -y debiera caracterizar-, cualquier empresa espiritual.

Nunca he creído que el amor traduzca sufrimiento, ni que el amor muere a manos del matrimonio. Creo, como dice Sternberg, que hay varias clases de amor, pero todas en camino a ser un amor consumado: un perfecto balance entre intimidad, pasión y compromiso. Si llegara a haber solo intimidad, sería algo así como cariño de confidentes; solo pasión sería encaprichamiento del barato; y solo compromiso sería habitar un espacio vacío y sin ilusión. Podríamos combinar estos tres ítems y obtener de todo, pero el punto es que uno no puede llegar al amor sin tener claro qué piensa, qué espera y qué tiene para darle a la persona que profesa amar.

No pude evitar poner la quijada en el suelo al ver el lugar, tan fancy como me lo imaginaba. Es el mismo lugar donde he estado adorando a Dios y presenciando bodas (qué lindo), solo que ahora está vestido de sofás de cuero, cocteles sin licor, pasabocas y música chill-out para ponernos a interactuar. Ahí respiro aliviado, porque eso de las citas amorosas, sean ciegas o rápidas, creo que es algo que no cabe dentro de las dinámicas cristianas. Aquí no estábamos en cita, aunque lo interesante sería empezar a charlar y conocer gente sin pretenciones como bien lo dejaron claro los Pastores. Me alivió verlos a ellos más nerviosos que muchos de los asistentes, quienes en sus caras revelaban la angustia de elevar la escotilla que les permitiría abandonar el submarino de la soltería. Pensé que era muy joven para estar allí, pues este portento bogotano de 23 años no se imaginaría nunca alternando conversaciones con gente de mucho mayor bagaje emocional y de vida. La noche pintaba, y pintaba color comedia.

La primera tarea al entrar fue marcar la copa, seguramente habría gente que se pasaría de ambiente coctelero y la perdería en aquel río de rapto y enamoramiento, imaginaba yo. También pensé en que si no nos daban sticker para poner el nombre debía haber un distintivo y qué mejor que conocer a alguien por lo que toma. Yo agarré un marcador y me bauticé a mí mismo con un seudónimo propio para el coqueteo y el anonimato: Lalo Landas "El escogido". A este punto se podría pensar que lo que decía Groucho Marx sería mi frase de batalla: "Es mejor quedarse callado y pasar por idiota, que hablar y despejar todas las dudas". Como Lalo, álter ego alocado y hasta lamparoso debía salir y aflorar, decidí embarcarme en la tarea de meterme en el rollo y elevar la mirada, pero para pasar de agache.

Creo que una relación de amor demanda trabajo, pues es enfrentarse a una aventura desconocida donde el otro es un sujeto cambiante e imperfecto, casi un interrogante. Precisamente cara de interrogantes que debían resolver más interrogantes teníamos todos cuando nos entregaron una hoja, con lo que yo llamo dinámicas recreación Cafam: debíamos buscar que personas del sexo opuesto nos firmaran si cumplían con características señaladas, como alguien nacida en Agosto, alguien que hubiera vivido 3 años fuera del país, alguien que fuera líder de grupo, entre otras. Todo marchababa bien hasta que levanté la mirada y percibí caras inseguras, hombres a un lado y mujeres al otro, casi que procastinando el encuentro prometido. Vi a los hombres como leones con fachada de gatos, con las uñas cortadas y sin la capacidad de salir a casar ni a casarse. Vi mujeres con hambre disfrazada de esperanza, actitudes de resignación propias de una fe hipotecada. Yo me preguntaba como la canción de Cultura Profética: "Dime, ¿Por qué nadie se atreve?"

Siempre he creído que la humanidad necesita de Dios, pues es él quien puede sanar nuestras identidades y hacernos mejores humanos. Una Iglesia que se preocupa por ofrecerle espacios de sanidad a su gente está encajando dentro del plan divino, que no es que nos vayamos al cielo solamente, es trabajar a diario para que la humanidad entera conozca a Jesús y así pueda vivir el cielo en la tierra. Lo que sí fue claro es que los oídos me empezaron a retumbar y los tímpanos querían escapar cuando escuché aquellas risotadas oligofrénicas y aterricé, para recordar que lo que estaba viviendo debía verse publicado aquí, en La Fiebre -el lado B del disco-.

En tarima un fenómeno de la comedia cristiana. Fenómeno en el sentido freak de la palabra, pues ya de entrada me brincó un andamio de show de títeres de donde colgaban un par de cortinas de terciopelo con la leyenda dorada La Biblia. A eso sumémosle la aparición de un señor con traje llanero negro, alto y obesamente cálido, que se hacía llamar El Pastor de la Risa. Desde el punto de vista purista, este humorista -una fusión entre el cantante del gol y Mc Phantom- no hacía stand-up, pues se dedicaba a recalcar ruidos de helicópteros que en su versión acompañaban la narración del hijo pródigo versión Beta. Confieso que pues después de escuchar expresiones como Hermano en Cristo, Dios le bendiga, Amén, hermana y demás evangelismos tipo Enlace hasta la saciedad me eché unos cuántos globos: fui al futuro, tomé coctel de maracuyá, fui al baño, a la oficina a escribir un libreto y volví. Ah, hasta puedo alardear de que me fui a recorrer el lugar para examinar la temperatura de la actividad. Supongamos que se acabó la rutina (guiño guiño) y volvimos a la actividad, ¿Listo? Ok, moción comprada.

Si hay canciones que despierten el amor antes de tiempo entre los cristianos, son las bachatas merengudas de Juan Luis Guerra. Las cristianas, porque donde hubieran puesto la canción de la esposa del mudo tal vez hubiera afilado las Martens y parado el cuello de la camisa para salir a danzar mientras lanzo la pregunta que hasta anoche pude hacer -o bueno, hizo Lalo-: ¿Estudias o trabajas?. La gente continuó interactuando hasta que el Maestro Jedi, famoso desde las dos últimas entradas de La Fiebre, gritó a viva voz y con micrófono en mano: ¡Miren, allá está Luis Carlos! Él les ayuda a terminar de firmar su hoja, él es profe". Lalo quedó sepultado tras haber charlado con mujeres de 35, 28, 25 y 42 años, quienes se extrañaron ante la revelación inesperada de la identidad de aquel joven crespo que resultó cuasiinfiltrado y ahora rodeado de más de 35 mujeres, todas pidiéndole el autógrafo y su nombre como si fuera un ídolo pop cristiano. Todos sabemos que nada más es un perro canequero, rezandero y ahora preparador de reinas.

Dante Gebel alguna vez dijo que "No existe el amor a primera vista, existe el impacto a primera vista". Salserín cantaba en los años 90: "Lo nuestro fue amor a primera vista, primero fue a vista y después amor". Y así hay muchas frases célebres del amor -sobretodo las de Salserín-, pero mi punto es que creo que el amor es algo que está dentro de nosotros, no que llega por sí solo. Cuando uno le pide a Dios que le dé amor para amar a los demás, le está diciendo que prenda esos fogones que ya existen de fábrica en el interior -no del calzoncillo-. El amor no cae del cielo, se cultiva y crece en gente que entiende que uno decide amar: no es solamente un sentimiento, es un conjunto de acciones que permiten construir puentes con el otro y cruzarlos entre sí. Finalmente, estamos diseñados para vivir en pareja, como dice la Biblia.

Cuando uno sabe a lo que va no se enreda en el camino. Yo sabía que Luis Carlos no iba de flirteo -tal vez Lalo sí-, pero mi experiencia de cronista no hubiera sido la misma de no ser por lo que logré ver hacia el final. Vi gente que tras entender el amor como un proceso de entrega, de disfrutar su soltería como el escenario de preparación, ayer encontró un tiempo de interacción -la palabra más repetida de esta entrada-, con gente del sexo opuesto que tiene una estructura similar de pensamiento y de fe. Vi esperanza, gloria, consuelo, así como a Esperanza, a Gloria y a Consuelo compartiendo con Belisario, Antonio y Danilo. También vi a Soledad, quien se quedó con Clemencia hablando de Amador, el tipo que más escándalo hizo con la actividad pero resultó no yendo.

Me desplayé escribiendo la entrada más larga de mi historia bloggera, pero vale la pena solo para dejar sentado que Dios piensa en todo, tiene un tiempo para todo y que aunque siempre hay una primera vez, no siempre hay una segunda oportunidad. La mía todavía no llega -la oportunidad, claro-. ¿O sí?


2 comentarios:

  1. Esta muy bueno…
    Me alegra saber que hay cristianos que saben pensar.

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  2. Con cada palabra una imagen se me viene a la mente.

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