La gente tal vez no lo entiende, o piensan que soy un obsesivo de nimiedades -que de hecho es verdad-, pero quisiera tener el tiempo libre de cuando estaba en el colegio para aplicarme una buena porción de binge watching, práctica que en español se denomina “atracón de televisión”, o jornada en la que una persona se dedica a ver episodios de una serie de televisión por horas.
Quisiera nombrar todas las series que he visto y me han marcado, pero la memoria me falla y además ni que me pagaran por promocionarlas. Han sido varias, todas tan diversas, brutales, confrontantes y reflexivas; eso sí, cada una muy adecuada para ciertos momentos de vida. Lo he hecho para seguir educando el ojo y ampliando la biblioteca de referencias mentales. El problema es que todavía no me puedo dedicar a ello, por aquello de las deudas, pero sí puedo recomendarle a la gente series de televisión como el boticario que recomienda medicamentos, tratando de leer un producto que le pegue a su realidad actual y en algo pueda mermar ese virus mental de la ignorancia y la comodidad.
De las series que he visto, algunas las llevo hasta el final, otras las dejo después de media temporada, pero siempre le doy la oportunidad al primer capítulo, pues a mi modo de ver, en el Pilot está la premisa de todo lo que uno podrá esperar de ahí en adelante. Y así pasa con las personas, hay momentos de vida donde se revela quién es quién, y a veces eso no pasa sino unas cuántas temporadas más adelante.
Lo cierto es que hace un tiempo leí que los creadores de series como Game of Thrones y Homeland, las escriben y diseñan adictivas adrede, poniendo ciertas puntas dramáticas tan altas sobre el final que uno siente que no puede esperar una semana para ver, y por eso hará lo que sea para mitigar esa ansiedad de saber qué pasará. Yo, que me dediqué a escribir para televisión, tengo clarísimo el trabajo que implica sacar un capítulo adelante, y todo esto me ha llevado a pensar que cada vez la televisión nos está reformando la vida a profundidad, pues si antes nos enseñaba a esperar, ahora nos muestra que en la vida nos podemos saltar las temporadas y hasta burlar el bioritmo que implica la espera.
La verdad, no tengo problema con eso: siempre he dicho que en la libertad de elección de cada uno se basa la vida de los demás; por eso sufro cuando la gente critica a la televisión per se, como si "la caja idiota" tuviese vida propia para emitir lo que se le ocurre. Prendamos, apaguemos, cambiemos de canal, hagamos lo que sea con ella, pero eso sí, de cada uno depende dejarla entrar en su cabeza.
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